¿Sabias que Rosario fue cañoneada por los Franceses?

En el año 1840 gobernaba Buenos Aires el hombre fuerte del país Juan Manuel de Rosas, pero tenía oposición tanto nacional como internacional.

Una poderosa flota francesa bloqueó el puerto de Buenos Aires con intenciones imperialistas aduciendo algunos motivos menores (que le hacían hacer el servicio militar a los franceses residentes y que había dos o tres presos franceses que en realidad uno era un borracho y el otro, un asesino).

Se formó entonces una poderosa escuadra que tenia cañones girables de hierro, no de bronce como eran los nacionales.

Esa escuadra remontó el río Paraná y en Entre Rios la abordó un poderoso ejército de cuatro mil hombres al mando del general Juan Galo Lavalle, al que llamaban el león de Riobamba, un hombre grandote y pelirrojo, buen soldado de San Martín, que murió en las luchas internas entre unitarios y federales.

Pero volvamos al relato. Se acercaba entonces la flota francesa río abajo desde Entre Ríos hacia Buenos Aires.

En Rosario, sabían los habitantes de ese pueblito, que se llamaba Villa del Rosario, que cuando pasara la escuadra iban a cañonear el pueblo compuesto por unos pocos ranchos.

Lo único que sobresalía era la iglesia mayor, la que hoy llamamos Catedral.

Llegó la escuadra, paró en el río, apuntaron sus cañones giratorios y empezó el cañoneo sobre el pueblo.

Tomaron como referencia las dos torres que eran lo único que sobresalía de ese pueblito de casas bajas de adobe y techo de paja y algunos ranchos. Eso era solamente el pueblo de Rosario.

Y empezó el cañoneo.

Balas explosivas como no los tenía todavía nuestro país, y ametrallaban y caían cohetes porque usaban una moderna cohetería que también descargaron sobre el pueblo.

En medio del cañoneo sobre las dos torres de la iglesia apareció una mujer, una extraña mujer de grandes vestidos largos como no se usaba ya en la época.

Hacía grandes ademanes como desviando las balas. La gente que la veía y que todavía no se había refugiado en zanjas o huido al campo abierto, le decían a la señora que salga, que la iban a matar.

El cañoneo terminó después de casi una hora de duración. Ninguna casa fue destruida, ningún rosarino fue muerto.

Quienes vieron de cerca a la mujer dijeron luego que era la Virgen del Rosario.

Esta historia, cierta o no, la desparramaron por todo el país los carreteros, los que guiaban las carretas, las postas que iban de pueblo en pueblo.

Rosario se hizo famosa y empezó a aparecer en la historia de la ciudad esa extraña mujer que durante siglos acompañó a la ciudad: la Virgen del Rosario.

Fuente: Historiador Vicente Serra.