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Dormid tranquilos, hermanos míos,
dormid tranquilos, padres algo viejos,
porque el hijo mayor vela en su cuarto,
sobre la casa y el reposo vuestro.
Estoy despierto y escuchando todos
los ruidos de la noche y el silencio:
el suave respirar de los dormidos,
alguno que se da vuelta en el lecho.
Una media palabra de aquel otro
que sueña en alta voz; el pequeñuelo
que se despierta siempre a media noche
y la tos del hermano que está enfermo.
Hay que educar a los hermanos chicos
y aseguraros días bien serenos
para la ancianidad. ¡Oh, padre y madre,
dormid tranquilos que yo estoy despierto!