La importancia de la FE

La importancia de la FE




La importancia de la FE

La FE es la creencia, confianza o asentimiento de una persona en relación con algo o alguien y, como tal, se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree. La palabra proviene del latín fides, que significa 'lealtad', 'fidelidad'.

Aquí se hace necesaria una aclaración importante: la FE no se limita sólo al campo espiritual-religioso o a una tradición religiosa.

Al ejecutar diligentemente cualquier tarea (sea cual sea el área de actuación), creyendo que la concluiremos de la mejor manera posible; o cuando establecemos propósitos para los cuales aplicamos una gran dosis de dedicación, estamos movidos por la FE, por lo tanto, por esa confianza.

En el plano espitual, más allá de la religión que se profese (o no), tener FE es algo muy importante para el ser humano.

La FE es creer. Es la base para lograr nuestros propósitos. Es un acto personal, que surge de uno mismo. Y buscamos naturalmente canalizarla, para alcanzar la confianza que necesitamos para enfrentar las dificultades y darle sentido a nuestras vidas.

"No puedo negar que Dios no exista. Pero tampoco puedo olvidar que toda mi existencia pide a gritos un dios"
(Jean-Paul Sartre)

Si pensamos a la religión como un camino (no excluyente) para relacionarse con Dios, tenemos también que aceptar que no existe un único camino, sino tantos como religiones existan. En cualquiera de esos caminos que se elija transitar, la FE tiene un valor preponderante.

"Dios no tiene ninguna religión"
(Mahatma Gandhi)

"Dios es el mismo en todas partes".
(Leo Tolstoy)

Básicamente, tener FE, es tener esperanza en cosas que no se ven y que creemos que son verdaderas. Cuando nos esforzamos por alcanzar una meta digna, estamos ejerciendo la FE, porque demostramos nuestra esperanza en algo que aún no podemos ver.

"Dichosos los que crean sin haber visto"
(Juan 20)

Debemos también diferenciar la FE de la FE ciega, que es creer sin ninguna reflexión, sin el más mínimo ejercicio de pensamiento. El fanatismo religioso no respeta las creencias y opiniones de los demás, convirtiéndose en la más deplorable de las actitudes frente a las creencias.

"Cuando la FE se vuelve ciega, muere".
(Mahatma Gandhi)

El fanatismo es la ausencia del razonamiento. Ser fanático de Dios es ir en contra de una de las más maravillosas cualidades que el mismo Dios dotó al ser humano: La razón.

"No me siento obligado a creer que el mismo dios que nos dotó de sentidos, razón e intelecto pretenda que no los utilicemos".
(Galileo Galilei)

"Dios nos ha dado dos alas para volar hasta Él: el amor y la razón".
(Platón)

Del mismo modo, cualquier religión que contenga mensajes de violencia, odio, o segregación, es, en sí misma, una prueba explicita de ausencia de amor. Y si no hablamos de amor, no estamos hablando de Dios. Porque Dios es amor.

"El amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se alegra con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no tiene fin."
(1 Corintios 13)

La FE que tengamos en estos valores intangibles, pueden darle sentido a nuestras vidas y acercarnos más a Dios.

En el cristianismo, el apóstol Pablo enseñó que "la FE es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1).

Como personas desconfiadas que somos, buscamos la lógica en todo lo que observamos, sin darnos cuenta en que, si no hallamos una respuesta que nos satisfaga, eso no quiere decir que no exista, sino que debemos buscarla mejor hasta encontrarla.

"Dios es el invisible evidente".
(Victor Hugo)

"Encontramos a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir".
(Albert Einstein)

Creer es sentir que siempre hay otra opción. Es la energía que nos impulsa a seguir y a levantarnos las veces que sean necesarias. La FE es el lugar de donde sale esa fuerza que no sabíamos que teníamos y que viene en nuestra ayuda, cuando más la necesitamos.

"Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo".
(Mahatma Gandhi)

Y, por más que lo intentemos, es difícil entender con nuestra mente tantos misterios inexplicables.

"Escucho y veo a Dios en cada objeto, pero no entiendo a Dios en lo más mínimo".
(Walt Whitman)

Muchos creemos tener FE, pero cuando se nos presentan los problemas graves, empezamos a cuestionar a Dios por todo lo malo que nos pasa, y en vez de ser la base de nuestra fortaleza, experimentamos una crisis de FE. Y eso nos produce angustia.

"El ojo ve bien a Dios solamente a través de las lágrimas".
(Victor Hugo)

Al fin de cuentas, muchas veces, son los problemas los que nos acercan a Dios, sin importar la religión. Y aprendemos a rezar, aunque esa oración espontanea sea improvisada.

"El alma se dilata en la desgracia y se encuentra con Dios".
(Victor Hugo)

Orar (de manera formal o informal) es el mejor modo de comunicarse con Dios. Y la mejor herramienta para llegar a ël, de manera segura y certera, es la FE.

"La oración es fuerza del hombre y debilidad de Dios"
(San Agustín)

La FE es un principio de acción y de poder. Y es imprescindible para poder sobrellevar los momentos oscuros que todos tenemos alguna vez en nuestras vidas.

"Quien pierde su FE, no tiene más nada que perder".
(Publio Siro)

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Jesús y la FE en el Nuevo Testamento.

En Mateo 17, se comenta un episodio donde un hombre se arrodilla frente a Jesús y le pide que sane a su hijo, algo que los discípulos no habían podido lograr. Jesús expulsa al demonio del muchacho y lo sana. Los discípulos le preguntaron por que ellos no habían podido sanarlo. Jesús entonces les dijo:
"Porque tienen poca FE; porque les aseguro que si tuvieran FE como un grano de mostaza, y le dijeran a este monte: ¡Muevete!, el monte se movería; y nada les sería imposible."

En Mateo 21, cuenta que un día, Jesús tuvo hambre, y viendo una higuera cerca del camino, se acerco a buscar frutos y no halló nada en ella, sino hojas solamente. Entonces Jesús ordenó a la higuera que se secara y los discípulos, asombrados, le preguntaron cómo pudo hacer eso. Jesús les respondió:
"Les aseguro que si tienen FE y no dudan, no solo harán esto de la higuera, sino que si a ese monte le dijeran: ¡Quítate y échate en el mar!, eso es lo que sucedería. Y todo cuanto pidan con FE en la oración, lo recibirán."

"Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra FE."
(1 Juan 5)

En Mateo 9, se cuenta que uno de los principales de la sinagoga, de nombre Jairo, se arrodilla delante de Jesús, y le ruega para que salvara a su agonizante hija. Jesús se dispuso a ir a donde estaba la niña, y mucha gente lo acompaño. Entre los que los seguían había una mujer muy enferma que al escuchar que Jesús iba a estar en ese lugar se acercó con la convicción de que si tan solo tocaba su manto, se sanaría. Y fue lo que pasó.
Jesús al sentir el poder que había salido de él, se dio vuelta para ver quien lo había tocado. Entonces la mujer, se arrodilló delante de él, y le dijo toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu FE te ha salvado; vete en paz y queda libre de tu enfermedad."
Mientras Jesús aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, para decirle que su hija ya había muerto, que no tenía sentido molestar al Maestro. Pero Jesús, después de escuchar lo que se decía, le dijo al principal de la sinagoga que no temiera, que solamente creyera.
Cuando llego a la casa, había un gran alboroto y escucho llantos y lamentos. Pidió ver a la niña y dijo:
"Niña, a ti te digo: ¡levántate!". Y luego la niña se levantó y caminó, pues tenía doce años. Y se espantaron mucho. Pero él les ordenó que nadie se enterara y pidió que se le diera de comer.

En Marcos 5, se cuenta que a Jesús lo siguen dos ciegos, clamando por misericordia. Jesús les dijo:
"¿Creen que puedo hacer esto? Ellos contestaron: Sí, Señor.
Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra FE, que así sea.
Y los ojos de ellos volvieron a ver."

En Mateo 20, se comenta que Jesús, al salir de Jericó, un ciego le pide misericordia. Jesús entonces mandó a llamarlo y le preguntó:
"¿Qué quieres que haga?" Y el ciego le dijo: "Maestro, quiero recobrar la vista".
Y Jesús le dijo: "Vete, tu FE te ha salvado".
E inmediatamente recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino.

En el Evangelio, existen muchos otros testimonios sobre la FE. Quizás, dos de los más importantes, sean los siguientes:

En Lucas 7, se da el caso del mayor acto de FE (según lo expresa el mismo Jesús). El episodio tiene más relevancia aún porque tiene que ver con una persona que no era judía.

Según relata este evangelista, Jesús estaba entrando en Capernaúm, cuando vino a verlo un centurión romano, rogándole, diciendo: "Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado".
Entonces, Jesús le dijo: "Yo iré y lo sanaré". El centurión le respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes a soldados; y si digo a uno de ellos: Ve, él va; y si digo a otro: Ven, él viene; y si digo a mi siervo: Haz esto, él lo hace. Entonces solamente da la orden y mi criado quedará sano".
Jesús al oírlo, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "Les aseguro que ni aún en Israel he hallado tanta FE".
Luego, Jesús le dijo al centurión: "Vete. Que te suceda como has creído".
Y su criado fue sanado en ese mismo instante.

En Marcos 4, se relata el otro episodio mayúsculo, que tuvo lugar durante una fuerte tormenta.

Según este evangelista, un día, al anochecer, Jesús les dijo a sus discípulos: "Crucemos a la otra orilla".
Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca. También lo acompañaban otras barcas. Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.
Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron, gritándole: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?"
Entonces, él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: "¡Silencio! ¡Cálmate!"
El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.
Entonces, Jesús le dijo a sus discípulos: "¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Todavía no tienen FE?"

De todos estos episodios surgen algunas reflexiones interesantes.

La primera, quizás la más obvia, es que aquel que tiene FE, no tiene miedo.
De otra forma, ¿Cómo podían pensar los discípulos que su barca podía hundirse, si dentro de ella estaba Jesús?
Y si estando Jesús esa barca estaba asegurada en que nada malo le podría pasar, ¿Por qué los discípulos pensaron que podía hundirse?
Y la respuesta es, porque no tenían suficiente FE.

Si pensáramos a nuestra vida como una barca, donde están todas las cosas que nos interesan (amor, salud, familia, trabajo, nuestros proyectos, etc) y subimos a esa barca también a Jesús, deberíamos estar tranquilos y seguros en que nada malo nos podrá pasar.
Pero para eso necesitamos tener FE.

Y el centurión demuestra que tiene firme este concepto.
No va con vueltas. En otras palabras, dice claramente: "Si yo doy una orden, mis soldados la cumplen. Si Jesús da la orden que mi criado se cure, con eso es suficiente".
Y como tiene FE en eso, sucede eso.
"Vete. Que te suceda como has creído", le dice Jesús.

Los que somos cristianos deberíamos entender esto, pero parece que es muy difícil porque todos tenemos miedo. Y si tenemos miedo, no tenemos FE.

Si de verdad dejáramos entrar a Jesús en nuestras vidas, nuestras vidas no se hundirían.

Pero ¿Cómo lograr esto?

Quizás una pista sea la que dio el mismo Jesús, cuando dijo: "Ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo, como a ti mismo" (Marcos 12).

Una interpretación simple, podría ser: Cumplir el plan que Dios tiene con cada uno de nosotros, esto es, ser felices sin perjudicar a nadie. Y amar a Dios. Y eso se logra amando lo que hacemos, a nuestras familias, a nuestra propia vida, que es el regalo más grande que hemos recibido.

Y no hay un único camino para llegar a Dios. Los cristianos no podemos ser tan soberbios de pensar que nuestra religión es el único camino para llegar a él.

De otra forma, podríamos arribar a la terrible conclusión de que el alma de un habitante de una tribu africana no se salvaría porque no tuvo la oportunidad de ser evangelizada. Y esa idea está muy lejos de la imagen de un Dios justo y misericordioso.

La definición de la palabra "Religion" es clara: "Conjunto de creencias con las que el hombre reconoce una relación con la divinidad (un dios o varios dioses)".

En este sentido, una religión que tenga como fundamento en un ser superior, justo y bueno, será en definitiva el mismo que el de otra religión, aunque lo llamen de distintas formas, con diferentes nombres.

Y esa creencia y esperanza personal en la existencia de un creador nuestro y de todo lo que nos rodea, es lo que llamamos FE.

Por ese motivo, cuando hablamos en oración con nuestro Dios, hay que pedirle que incremente nuestra FE.

Pedir, pedir, pedir. Siempre pedir.

"¿Qué padre, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pide pescado, en su lugar le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, siendo imperfectos, saben darle cosas buenas a sus hijos, ¿Cuánto más nuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan?" (Lucas 11)

Porque es la FE lo único que nos puede salvar. Lo único que nos permite diferenciar en nuestra vida lo que es verdaderamente valioso de lo que no lo es. Lo único que nos quita el miedo y lo único que nos da verdadera esperanza y seguridad.

No es fácil, pero debemos intentarlo.

Aunque sea para entender, de una vez por todas, que pase lo que pase e independientemente del nombre que quieras darle, Dios existe, nos escucha, nos entiende y, por sobre todas las cosas, nos ama.-


Fuente: La Santa Biblia.

 

 

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